sábado, 12 de septiembre de 2015

Terrorismo autorizado por la frágil memoria

(Luis Aguero Wagner, Siglo XXI) El premio Cervantes Juan Goytisolo había criticado hace ya décadas, en su libro “El Problema del Sáhara”, al gobierno de Argelia por su mal disimulado apoyo al Frente Polisario, y a los españoles por ser incapaces de discernir un nacionalismo auténtico como el marroquí de un montaje argelino en el desierto que se vale de marionetas.

Entre otros campeones del doble rasero están las ONG que como en buena parte del mundo, se manifiestan ruidosamente sobre problemas que en el fondo no desean solucionar porque perderían la fuente de sus ingresos.

Goytisolo citaba al arabista español Serafín Fanjul, quien refiriéndose a los líderes saharauis afirmaba que “No hay que ser grandes observadores para constatar que el Polisario proporciona, a precio muy barato, una pancarta izquierdista e cara a la galería de unas bases que piden radicalización y encuentran moderadísimas actitudes en el orden español interno…Es útil hablar de las metralletas que esgrimen los otros mientras se aguarda el maná que viene de Europa Central”.

Se objeta muchas veces el trato dado por las autoridades de Marruecos a exponentes de ONG que lucran con el conflicto del Sáhara, pero los españoles pocas veces se han preguntado qué harían sus autoridades si Francia hubiera decidido apoyar las acciones de ETA, cobijando a sus cuadros en su territorio y brindándole apoyo logístico y propagandístico.

También podrían preguntarse cómo tratarían las autoridades españolas a un vasco llegado desde la frontera francesa que declarase en el aeropuerto de Viscaya que es de nacionalidad vasca y que su destino es la república de viscaya.

El doble rasero se aplica también al problema de Gibraltar, rechazando la ocupación británica, pero justificando si se trata de las plazas de Ceuta y Melilla, negándose a aceptar la realidad de los hechos por la misma vía de Franco y Carrero Blanco cuando hablaban de la “irrenunciable” presencia española en el Ifni y el Sáhara. 

Frágil memoria española

El 24 de Septiembre de 1985 el presidente del gobierno español Felipe Gonzalez partía rumbo a México y New York, cuando fue abordado por la prensa española. “Espero que la liberación de los pescadores se produzca hoy o mañana, pero hasta que no se resuelva el problema humano no voy a hacer ningún tipo de manifestación de otra naturaleza”, señalaba en alusión al ataque sufrido por el pesquero “Junquito”, cobardemente agredido por el Frente Polisario en aguas marroquíes, pocos días antes. 

Guillermo Batista Figueroa, de 63 años, casado y con tres hijos, era contramaestre de El junquito, y fue la mortal víctima del ametrallamiento. La embarcación pacífica quedó varada en el lugar del suceso, y en su casco se apreciaban cuatro orificios por encima de la línea de flotación. Estos Impactos habían sido originados desde tierra, "de forma instantánea", por una ametralladora de 12,7 milímetros y por unas granadas anticarro.

Los seis tripulantes sobrevivientes de la embarcación fueron secuestrados, y una profunda consternación embargó los espíritus de los que seguían los hechos por la prensa.

Pero la sed de sangre del Polisario todavía no se había aplacado con la de Batista.

El 21 de septiembre de 1985 mientras buscaba al pesquero "Junquito", el patrullero español Tagomago P22 recibió 48 impactos de entre 12,7 y 106 mm desde costa, lamentando la pérdida del Cabo Segundo José Manuel Castro Rodríguez. Se destacó la notable labor del Alférez Médico D. Antonio José Acosta Martínez, quien salvó la vida de varios heridos. Al frente de una dotación de 28 hombres de que constaba esta patrullera, figuraba un teniente de navío apellidado Olmo, que ordenó a su nave alejarse del lugar.

Ambos navíos españoles, el Junquito y el Tagomago, fueron atacados a 1,5 millas de la costa sahariana, en una zona marítima cercana a la frontera entre el antiguo Sáhara español y Mauritania, donde existìa la ventana de seguridad (zona de guerra) más alejada al sur del territorio del Sáhara occidental administrado por Marruecos.

El Frente Polisario jamás negó los ataques, e incluso llamó a la redacción del diario El País de España para reivindicarlos. Era el agradecimiento que recibía Madrid pocos meses después de haber votado, en las Naciones Unidas, una resolución favorable al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui.

Como derivación de los graves hechos Ahmed Bujari, representante del Frente Polisario para Europa, fue detenido el 2 de Octubre de 1985 por la policía española y luego conducido al aeropuerto de Madrid-Barajas, desde donde fue expulsado de España.

Pero los incidentes del Junquito y el Tagomago distan mucho de haber sido los únicos.

El 29 de noviembre de 1978, activistas saharauis asaltaron el Cruz del Mar y asesinaron a siete de sus 10 tripulantes. Los otros tres lograron salvar la vida arrojándose al mar. El 3 de noviembre de 1980, el pesquero grancanario Mencey de Abona desapareció a escasas millas de las costas del Sahara. Un mes más tarde el cadáver de Domingo Quintana, uno de los 17 tripulantes del barco, apareció flotando en el mar, atado de pies y manos y con signos evidentes de haber sido brutalmente golpeado y estrangulado antes de ser arrojado por la borda. Los cuerpos de sus 16 compañeros jamás fueron recuperados.

El 10 de enero de 1976 dos potentes bombas colocadas por los saharauis hicieron explosión junto a la cinta transportadora de fosfatos al paso de un convoy civil que se dirigía a El Aaiún. El conductor de uno de los vehículos, Raimundo Peñalver, falleció en el acto, y otros tres trabajadores españoles -entre ellos Francisco Jiménez, el padre de Lucía- resultaron gravemente heridos.

La explosión dejó ciego y sordo a Francisco, que falleció en 2006, un año antes de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reconociera, demasiado tarde, su condición de víctima del terrorismo. Numerosos españoles asesinados, heridos o secuestrados por el Frente Polisario, pese a haber ganado demandas judiciales, aún aguardan reparación moral e indemnización económica.

Aunque por estas fechas se cumplieron ya casi tres décadas desde los incidentes del Junquito y el Tagomago, el Frente Polisario, con la ayuda económica de Argelia (que pretende una salida al Atlántico), sigue amenazando con violencia e insistiendo en crear un Estado independiente. Sobre el mismo, analistas internacionales ponen de manifiesto que estaría abocado, sin remedio, a convertirse en un Estado fallido que comprometería la estabilidad en toda la región.

Lo peor de todo es la frágil memoria de España, que olvida los desmanes ya ocasionados por el Polisario y sigue inspirando y sufragando activistas de ONG que lucran con la “causa” del Sahara Occidental. El olvido de estos españoles, obviamente, está lleno de memoria.

Es como ya lo advirtiera un famoso pensador sobre la memoria, nunca debe guardarse en la cabeza aquello que cabe en un bolsillo.

Organizaciones por los DDHH pidieron que se investiguen los abusos y graves violaciónes cometidos por los torturadores y carceleros del Polisario en la horrorosa cárcel de “Al Rashid.”

Las denuncias no son nuevas, dado que incluso existen juicios abiertos en España por estos abusos, y recurrentes protestas contra el Polisario de activistas por los Derechos Humanos ante el Consejo de los Derechos Humanos (CDH) de la ONU en Ginebra. También recientemente, se desató una violenta manifestación en el campamento de El Aaiún, organizada por miembros de la tribu Rguibates-Jenhas, soliviantados por la detención de uno de los suyos, Ghilani Lahcen, un firme opositor de la dirección del Polisario.

El ejército argelino intervino en los disturbios, demostrando quiénes son los verdaderos amos de un pueblo que dice estar luchando por su “independencia”. Curioso concepto de soberanía el de los saharauis, dado que para dialogar con ellos se debe contar con autorización de Argelia.

También el comité internacional para el respeto y la aplicación de la carta africana de los derechos humanos y de los pueblos (CICAR), ha llamado la atención sobre estas graves violaciones de los derechos humanos en los campamentos de Tinduf. Denuncian que millares de personas estàn secuestradas, sin defensa, ni recursos. El CIRAC ha citado un informe elaborado en el 2010 por Amnistia Internacional, y que confirma que el Frente Polisario había confesado sus mismas atrocidades.

Ya durante los años 70 y hasta finales de los 80; aproximadamente 300 familias de civiles canarios se vieron afectadas por actos violentos. La mayoría fueron terribles explosiones de bombas que afectaron a operarios de la empresa española Fosbucrá, además de desapariciones, ametrallamientos, hundimientos y secuestros masivos a marineros españoles que faenaban en el caladero canario-africano, en el Sáhara español.

Los ametrallamientos y abordajes por el Polisario de pesqueros españoles desde mediados de los 70 y hasta finales de los 80 fueron numerosos. Uno de los ataques más sangrientos se produjo el 29 de noviembre de 1978, dos años antes de la desaparición del Mencey de Abona, cuando activistas saharauis asaltaron el Cruz del Mar y asesinaron a siete de sus 10 tripulantes. Los otros tres lograron salvar la vida arrojándose al mar. El 3 de noviembre de 1980, el pesquero grancanario Mencey de Abona desapareció a escasas millas de las costas del Sahara. Un mes más tarde el cadáver de Domingo Quintana, uno de los 17 tripulantes del barco, apareció flotando en el mar, atado de pies y manos y con signos evidentes de haber sido brutalmente golpeado y estrangulado antes de ser arrojado por la borda. Los cuerpos de sus 16 compañeros jamás fueron recuperados.

El 10 de enero de 1976 -hoy se cumplen 35 años- dos potentes bombas colocadas por los saharauis hicieron explosión junto a la cinta transportadora de fosfatos al paso de un convoy civil que se dirigía a El Aaiún. El conductor de uno de los vehículos, Raimundo Peñalver, falleció en el acto, y otros tres trabajadores españoles -entre ellos Francisco Jiménez, el padre de Lucía- resultaron gravemente heridos.

La explosión dejó ciego y sordo a Francisco, que falleció en 2006, un año antes de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero reconociera, demasiado tarde, su condición de víctima del terrorismo. Numerosos españoles asesinados, heridos o secuestrados por el Frente Polisario, pese a haber ganado demandas judiciales, aún aguardan reparación moral e indemnización económica.

"En los últimos 35 años se ha construido una propaganda romántica en torno al Frente Polisario que no es real", afirma la presidenta de Acavite (Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo). La izquierda latinoamericana y la Cuba anti-imperialista se encuentra entre los más entusiastas difusores de esa imagen falsa, a pesar de que la “causa saharaui” ha contado en el pasado reciente con aliados tan imperialistas como Frank Ruddy, el fallecido ex administrador adjunto de la USAID (Siempre señalada por sus vínculos con la CIA) y diplomático investido nada más y nada menos que por Ronald Reagan.

Se ha dicho que no porque todo el mundo crea en una falsedad ésta se convierte en verdad. Es que como dijera Cervantes, la falsedad tiene alas y vuela, y la verdad la sigue arrastrándose. La desinformación en torno al “Sahara Occidental” y el Frente Polisario es una confirmación más de esa regla.

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